Esto no es coaching ni nada que se le parezca, con todos mis respetos. Más bien un puñado de reflexiones surgidas de mi propia trayectoria profesional, iniciada en 1997. Recuerdo años malos y buenos, compañeros excelentes y no tan buenos, personas en atención que se recuperaron y otros en cambio ya fallecidos, jefes que te ignoran y otros que te consideran, personas que te marcan, risas y algún llanto, que uno no es de piedra oiga, y errores y aciertos, grandes y pequeños y viceversa. Pero, y esto es lo que puede tener algún valor para quien lea este post, creo que una de las mejores cosas que puedo decir es que casi siempre, quitando algún momento en el que uno se extravía entre dudas, he tenido la actitud de crecer profesionalmente, de formarme, de mejorar…porque en estas profesiones de la intervención social, si no te mueves, estás muert@, te estancas, te quemas y, lo peor de todo, dejas de servir como apoyo a las personas en atención. Recuerdo una fabulosa compañera (la mejor profesional y persona que he conocido hasta la fecha y a la que quiero como una hermana) que, simplemente, se “quemó”; se bajaba del vagón del Metro de Madrid y se quedaba sentada en el andén llorando porque no podía ni acercarse al centro de trabajo. Dicha situación seguro que contenía diferentes causas ambientales, pero creo que cuando un@ se colapsa en estas profesiones del Tercer Sector, que puede pasarle a cualquiera, uno de los motivos es el no ser capaz de vislumbrar un proyecto profesional interesante y motivante para un@ mismo que le haga sentir que crece profesionalmente y que ama lo que hace, y eso, las personas en atención lo notan, lo perciben. Claro que estas profesiones son vocacionales, pero necesitan también el alimento de la motivación porque no suelen estar bien remuneradas y la vida laboral es muy larga.
Además de hacer bien tu trabajo, creo que los profesionales de la intervención social tenemos que ser inquietos y algo inconformistas con nosotr@s mismos, pensar en crear(nos) nuevas oportunidades para desarrollar nuestro trabajo de otras formas que sean útiles para quienes trabajamos. No creo que se trate de hacer un Master o veinte, sino de buscar en tu trabajo cómo hacer para ser mejor profesional; no hay que ir muy lejos para ello puesto que el desarrollo profesional también está en mirar lo que ya haces, pero de otra forma, sin perjuicio de que nos fijemos otras metas laborales, dentro o fuera de la organización en la que trabajemos. Si nuestra organización acepta la creatividad y la iniciativa del personal, un@ puede reinventar su puesto de trabajo si es capaz de pensar en las necesidades no cubiertas de las personas en atención y decide autoformarse o formarse para proponer innovaciones al equipo multiprofesional en el que trabaje; o bien, puede buscar evolucionar profesionalmente hacia el ejercicio de otros roles profesionales dentro de estos equipos…el caso es sentir que te mueves y aprendes. Y añadiría que no hay que ponerse plazos, hay que tener paciencia y, sobre todo, compromiso con un@ mism@ porque esa convicción o certeza de mantenerse firme en lo que hayas elegido aprender, ser o cambiar en tu profesión, cuando se tambalee por las circunstancias, será el andamiaje que sujete tus dudas… y no es eso que dicen por ahí de creer en ti; no. Es ser consecuente con lo que has elegido y mantenerlo justo cuando surgen dudas. Así de fácil de decir; así de difícil de hacer. A mí me ha funcionado; en realidad, cualquier cosa en la vida funciona, especialmente cuando somos capaces de crearnos las circunstancias que nos permitan conectar lo que hacemos con lo que pensamos, vaya, ser congruentes, como diría Carl Rogers. Pues en lo profesional, igual.
En un contexto de relativa estabilidad, yo no tengo ninguna duda de que el origen de todo lo bueno y lo malo nace y muere dentro de un@ mism@. A veces, nuestra mirada es clara y otras turbia. A veces, el contexto laboral es verdaderamente complicado y otras veces nos engañamos atribuyendo nuestra desmotivación a ese contexto (que si los compañeros de trabajo, que si tu jefe o jefa, que si la crisis…) Obviamente, un contexto laboral complicado influye negativamente en la motivación del profesional, pero hay que curtirse y capear temporales, centrarse en la tarea y en las metas, porque si te derrotas, dejas de controlar tus energías y, más pronto que tarde, te colapsas, como le pasó a mi querida amiga.
Pero tampoco quiero pasar por alto una realidad no tan agradable de ver en los equipos de trabajo. No creo que haya nada peor para el crecimiento personal y profesional que las quejas y el victimismo en el seno de un grupo de trabajo, tanto en forma de emociones sentidas como llevado a la interacción con los compañeros. Y es que esto de echar la culpa a los demás es muy humano, pero de cretinos, sobre todo cuando se expresa desde la incapacidad propia para plantear un desarrollo profesional propio y significativo. Pero, ciertamente no somos perfectos, y si dichas actitudes deleznables fueran inconscientes, al menos, justo será tener a bien otorgar el beneficio de la duda y la posibilidad de redimirnos. Como jocosamente suelo decir alguna vez de los victimistas y querulantes, “¡Qué le vamos a hacer! ¡Habrá que quererl@s igual!”. Pues sí, porque ese que se queja una vez fui yo, hoy puedes ser tú y mañana espero que ninguno. Así que, fuera quejas y victimismo. Todo sea por nuestra MOTIVACIÓN Y DESARROLLO PROFESIONAL.
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