La visita domiciliaria

El Trabajo Social tiene en la visita domiciliaria una de sus técnicas fundamentales. Hoy la traigo a RTC para que no se nos olvide la importancia de la visita a domicilio.        

Si no conoces la casa, no conoces el caso

Ángeles de la Hoz

Con este juego de palabras, invito a leer algunas reflexiones no inéditas sobre la visita domiciliaria que pueden venir a modo de actualización o recordatorio de esta técnica de Trabajo Social.

Como sugiere Ángeles de la Hoz y dice Valentín González Calvo, “la visita domiciliaria es una técnica que permite a los trabajadores sociales comprender e intervenir mejor sobre los casos«. Gracias a la visita domiciliaria “se puede hacer un análisis del espacio doméstico […] apercibiéndose de las huellas que dejan las relaciones familiares e intentando hacer una lectura de la narrativa espacial, no solo para comprender sino también para intervenir”.

Los inicios de la visita domiciliaria en Trabajo Social hay que atribuirlos a Mary Richmond a finales del siglo XIX. Ella fue la primera trabajadora social que utilizó la visita domiciliaria dentro de la institución para la que trabajaba, la Charity Organitation Society, pensando que la mejor manera de ayudar a los pobres era conociendo directamente sus condiciones de vida.

La visita domiciliaria es “una entrevista efectuada en el domicilio del usuario para profundizar en la comprensión del diagnóstico, y como estudio y observación del ambiente familiar” (Campanini, A. y Luppi, F. 1991) “tratando de tomar contacto directo con la persona o su familia, en el lugar donde vive, con fines de investigación o tratamiento, ayuda o asesoramiento” (Ander-Egg, E. 1995). El propio Valentín González Calvo considera que se puede hacer tratamiento continuado en el domicilio siendo el hogar un espacio privilegiado para trabajar alternativas de cambio.

Los objetivos de la visita a domicilio son:

  • Obtener, verificar y ampliar información en el domicilio de la persona en atención.
  • Estudiar y observar el ambiente social y familiar en que está inserto.
  • Proporcionar información a la familia de la persona en atención sobre el estado de avance de la intervención del caso.
  • Monitorizar situaciones socio-familiares que indiquen los avances del plan de intervención.
  • Ampliar las técnicas de intervención individual o familiar.

Hogar, dulce hogar

El significado cultural que tiene la vivienda propia para las personas es muy significativo. La casa es lugar donde empieza y termina el día; es un punto de partida y un punto de llegada. Todo empieza en el hogar y todo termina en él. Idealizamos el “hogar”. Hay una tendencia social a concebir el hogar como un entorno seguro, una especie de refugio en el que nos sentimos a salvo, un lugar de libertad en el que despojarnos del vestuario que hemos usado para la puesta en escena de situaciones sociales en las que ejercemos otros roles sociales que nos exigen ser otras personas distintas, un sitio que parece concederte el privilegio de hacer lo que quieras más allá de las reglas sociales, un espacio en el que depositar nuestras preocupaciones y malestares, donde expresar nuestro cansancio físico y mental, donde contar lo que pensamos y sentimos que nos ocurre ahí fuera.

La casa habla por sí misma. Solo con observar su ubicación geográfica en un barrio ya te está dando información. Su tamaño, su distribución interior y la disposición espacial de los muebles. La cantidad y tipo de objetos. El ruido existente de vecinos o de la calle. Las vistas. El olor de cada casa. El portal del edificio. Las escaleras. Si hay barreras arquitectónicas en los accesos a la vivienda. Si tiene o no ascensor. Todo es información y todo influye de alguna manera en las personas que residen en un lugar en concreto, pudiendo ser determinante en la comprensión de cada caso y en la posibilidad de facilitar cambios y mejoras en la calidad de vida de las personas objeto de la intervención.

Abriendo puertas

Sin embargo, ese reducto de bienestar está habitado por un sistema familiar capaz de lo mejor y de lo peor. Efectivamente, en la casa familiar encontramos cuidados, apoyo y afecto pero también tensiones y conflictos. Giddens afirma que la familia es la institución social más valorada pero a la vez el grupo social más peligroso. En ese espacio también pueden fomentarse dependencias emocionales, desarrollarse diferentes grados de opresiones, abusos e incluso violencias. Aunque tener un hogar pueda estar idealizado, lo cierto es que hay personas que huyen de lo que contienen cuando pueden hacerlo; muchas personas también quedan atrapadas en esos hogares-familia, especialmente quienes son vulnerables, como si por tener dificultades personales o algún tipo de dependencia tuvieran que pagar un peaje emocional. Y en cada casa, esa única e irrepetible familia, va creando un complejo entramado de relaciones dinámicas en el hogar que pueden estar manteniendo y alimentando las situaciones problemáticas que nos ha llevado como profesionales a esa visita domiciliaria. Entender esto lleva tiempo y la visita domiciliaria nos permite conocerlo mejor. Al concedernos las familias ser visitadas en su domicilio, se nos permite a los trabajadores sociales el privilegio de contemplar ese mundo físico y relacional. Muchas familias son conscientes de ello y por eso algunas se niegan. Quieren proteger su intimidad por encima de la ayuda que puedan recibir. Quizás sean resistencias, pero sin puertas abiertas no hay cambio. Desde mi punto de vista, necesitamos conocer el mundo conceptual de la intervención familiar sistémica para realizar una visita domiciliaria, tanto para realizar el diagnóstico social como para establecer un plan de intervención social y generar dos tipos de cambios:

Cambios de tipo I

Serían los cambios más sencillos de proponer a las familias en la visita domiciliaria para que puedan “mantener su viabilidad”, pequeñas modificaciones que garantizan «un desarrollo del sistema sin pérdida de identidad»(López Yáñez ,2008)Estos cambios pueden traer consigo una serie de cambios en cascada ya que las pequeñas modificaciones pueden motivar a emprender modificaciones más importantes.

Cambios de tipo II

Más difíciles de conseguir y más ambiciosos, son cambios profundos en los sistemas familiares y suponen transformar problemáticas que para ser resueltas necesitan romper “círculos viciosos” y dar un giro en el conjunto de reglas que rigen el funcionamiento y la estructura en una familia.

Cómo hacer la visita a domicilio

La visita a domicilio no se improvisa sino que se planifica previamente formulando hipótesis sobre el caso. Cuando llega el momento de desplazarse, es importante llevar bien anotada la dirección y teléfonos de contacto y, en la medida de lo posible, haber mirado con antelación la forma de llegar desde el lugar que nos desplacemos hasta el domicilio. Cuando se llega al domicilio aparece una fase social de saludos a modo preparatorio tanto para los profesionales como para los residentes.

Las presentaciones deben ser breves y recordar el objeto de la visita. Aunque parece algo sin importancia, conviene sentarse en un lugar en el que puedas tener una visión de todos los familiares pero también preguntar dónde puede uno sentarse (recuerdo una de mis primeras visitas domiciliarias en la que me senté, casualmente, en el sitio preferido de un padre que ocupaba un rango jerárquico relevante en la familia). Es importante aclarar los motivos de la visita domiciliaria y exponer cómo se va a llevar a cabo, mediante qué acciones. La experiencia nos dice, comenta Antonio Zarcos, que puede ser muy conveniente en algunos casos “dar una respuesta rápida en algún objetivo o demanda familiar más urgente para crear un buen vínculo con las personas” de forma que ello favorezca posteriores intervenciones.

Una de las reacciones iniciales de muchas familias o personas visitadas es tratar a los profesionales como invitados, quizás por no tener muy claro para qué son visitados. Saber «decir no» es una habilidad social muy importante para el trabajador social en general y, en especial, en este posible caso, ya que conviene no aceptar ningún tipo de invitación para no confundir a la familia, subrayar el aspecto formal de la visita y no permitir la dispersión de los objetivos de la visita domiciliaria.

Al inicio de cada visita domiciliaria también conviene informar de su duración. Aunque a veces la conversación fluye libremente, en la medida de lo posible, es importante que el profesional respete la jerarquía familiar y solicite que se respeten los turnos de palabra para que cada miembro familiar presente se pueda expresar.

Durante el desarrollo de la visita domiciliaria es fundamental observar la capacidad de escucha que tiene cada miembro del sistema familiar hacia los demás miembros de la familia así como atender a aspectos de la comunicación no verbal que puedan estar expresando algo importante, tanto de la persona que habla como de las que escuchan. Los gestos y movimientos de quien escucha pueden dar continuidad y profundidad en el asunto que se está hablando.

En general, hay que mantener ciertas distancias físicas y personales. Al sentarse, conviene no estar demasiado pegados a ningún miembro de la familia y tener cuidado con las preguntas personales hacia el profesional, aceptándolas pero sin entrar en demasiados detalles. A veces es necesario ser directivos y poner ciertos límites aunque estemos en el domicilio y sea su propio espacio pero siempre haciendo despliegue de gran asertividad.

Las personas visitadas en su domicilio pueden ser más propensas a perder al control emocional si surge algún conflicto ya que el hogar es su espacio natural y la familia se siente con mayor libertad emocional. Eso puede hacer que sea más difícil para el profesional reconducir la conversación en momentos de tensión . En caso de no poder desescalar tensiones es mejor parar y fijar otro día de visita.

Aunque dar una respuesta rápida nos puede servir para vincular, para ser significativos hay que dar tiempo. En ocasiones no hay demanda explícita y cuesta identificar necesidades pero hay que aprovechar cualquier demanda, por nimia que sea. También ser flexibles en los horarios y mostrar disponibilidad facilitando el contacto telefónico por si quieren consultarnos algo. Cuando cuesta identificar demandas o necesidades es importante mantener contactos esporádicos a la espera de que surjan demandas siendo constante y no desistir, pero no ser pesados.

Algunas maneras de perder el control objetivo de una visita domiciliaria es sobreimplicarse y caer en conductas salvadoras, la aparición de resonancias en los profesionales al observar situaciones que le recuerdan a su propia historia familiar o dejarse influenciar por las llamadas «escenas temidas» del profesional. Por escenas temidas entendemos una forma de pensamiento anticipatorio en el profesional sobre una situación determinada que puede o no producirse en la visita domiciliaria y que activa en el trabajador social miedos no resueltos que pueden bloquearle mentalmente sintiendo no tener recursos para afrontar dicha situación con éxito. Conviene comentarlas con otros colegas de profesión y trabajar para crear recursos personales que permitan controlar esas escenas temidas.

Alianza profesional-familia

Estoy muy de acuerdo con el concepto de Valentín González Calvo de “visitar para comprender” y no “visitar para juzgar” ni para ejercer un control que determine merecimientos y ayudas. Desde mi punto de vista, una visita domiciliaria debe buscar el establecimiento de una alianza trabajador social-familia y la mirada profesional debe encaminarse a la identificación de recursos dentro del sistema familiar. Compartir esa responsabilidad quita presión al trabajador social y empodera a la familia. Una vez más, la cooperación conduce a una “win-win situation” o situación “ganar-ganar” donde, pase lo que pase, todos ganan. Aquí predomina el principio de igualdad en la relación de acompañamiento y ayuda y, por tanto, el reparto de poder equitativo entre profesional y familia. De forma que, si el control no es necesario, el vínculo queda establecido sobre la base de la confianza y de ninguna manera tienen cabida las visitas sorpresa, lo que transmite a la familia respeto por lo que son y hacia su intimidad, quedando mejor predispuestas a la escucha y al abordaje de cambios. Desde mi punto de vista, que la familia limpie la casa y la ordene antes de la visita domiciliaria no es signo de ocultación, sino afán de agradar y esfuerzo por proyectar orden, de querer hacer las cosas bien.  

ARTÍCULOS RECOMENDADOS

La visita domiciliaria: una oportunidad para el conocimiento de la dinámica relacional de la familia Publicado en Rev. Servicios Sociales y Política Social. Nº61 p.63 -86 2003 Consejo General de Colegios de Dipl. en Trabajo Social. Madrid.

La Visita Domiciliaria en el Trabajo Social. Revista de Servicios Sociales y Política Social. Consejo General de Colegios Oficiales deTrabajo Social España Nº61 pag. 63-86.ISBN: 1130-7633  Valentín González Calvo.Univ. Pablo de Olavide. vgoncal@upo.es

La consulta en domicilio con fines terapéuticos: una opción de intervención e investigación con grupos familiares. Sandra Fierro

Un comentario sobre “La visita domiciliaria

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  1. Un compendio muy interesante sobre las ideas clave de las visitas domiciliarias y un gran placer haber trabajado con Miguel, Antonio y Ángeles. Mientra leía el artículo y se mencionaba la importancia de los domicilios en la vida de todas las personas, recordaba el drama de los desahucios, la ausencia de políticas públicas sobre vivienda y la gran especulación y negocio en torno a la vivienda. También pasaban por mi cabeza los determinantes sociales de la salud y cómo el contexto influye en nuestras emociones y cómo este confinamiento ha tenido «un efecto lupa» en la realidad de muchas (demasiadas) personas previa (y posterior) al confinamiento. Muchas gracias por el artículo compañeros. Hasta pronto.

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